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Recursos no renovables en Venezuela
Venezuela posee las mayores reservas de petróleo convencional y las segundas de gas natural del hemisferio occidental[1] Además, Venezuela cuenta con yacimientos de petróleo no convencional (crudo extrapesado, betún y arenas bituminosas) que equivalen aproximadamente a las reservas mundiales de petróleo convencional[2] Venezuela también se encuentra entre los líderes mundiales en producción hidroeléctrica, suministrando la mayor parte de la energía eléctrica del país mediante este proceso.
Venezuela nacionalizó su industria petrolera en 1975-1976, creando Petróleos de Venezuela S.A. (PdVSA), la empresa estatal de petróleo y gas natural del país. Además de ser el mayor empleador de Venezuela, PdVSA representa aproximadamente un tercio del PIB del país, el 50% de los ingresos del gobierno y el 80% de los ingresos por exportaciones de Venezuela.
La política cambió en los años 90, cuando Venezuela introdujo una nueva política petrolera conocida como Apertura Petrolera, que abrió su sector petrolero upstream a las inversiones privadas. Esto facilitó la creación de 32 acuerdos de servicios de explotación con 22 empresas petroleras extranjeras distintas, entre las que se encontraban grandes petroleras internacionales como Chevron, BP, Total y Repsol-YPF. El papel de PdVSA en la elaboración de la política petrolera nacional aumentó significativamente[3]. En 1999, Venezuela aprobó la Ley de Hidrocarburos de Gas, que abrió todos los aspectos del sector a la inversión privada[4].
Venezuela recursos naturales
La electricidad es un bien que aporta un enorme valor a la vida moderna: desde tener luz por la noche hasta lavar la ropa, cocinar, hacer funcionar la maquinaria o conectarse con personas de todo el mundo. Muchos afirman que es crucial para la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la mejora del nivel de vida1.
Disponer de combustibles y tecnologías limpias para cocinar -es decir, combustibles no sólidos como el gas natural, el etanol o incluso las tecnologías eléctricas- hace que estos procesos sean más eficientes, ahorrando tiempo y energía.
Pero también conlleva enormes beneficios para la salud. El uso de combustibles sólidos para cocinar -como el carbón vegetal, los residuos de las cosechas o el estiércol- es uno de los principales factores de riesgo de muerte y mala salud por la contaminación del aire en interiores.
Pero la combinación de energías -el equilibrio de las fuentes de energía en el suministro- es cada vez más importante, ya que los países intentan abandonar los combustibles fósiles y optar por fuentes de energía bajas en carbono (nucleares o renovables, como la hidroeléctrica, la solar y la eólica).
Pero la quema de combustibles fósiles – carbón, petróleo y gas – es responsable de unas tres cuartas partes de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. También son una fuente importante de contaminación atmosférica, responsable de al menos cinco millones de muertes prematuras cada año.
La energía solar en Venezuela
Venezuela posee las mayores reservas de petróleo convencional y las segundas de gas natural del hemisferio occidental[1] Además, Venezuela cuenta con yacimientos de petróleo no convencional (crudo extrapesado, betún y arenas bituminosas) que equivalen aproximadamente a las reservas mundiales de petróleo convencional[2] Venezuela también se encuentra entre los líderes mundiales en producción hidroeléctrica, suministrando la mayor parte de la energía eléctrica del país mediante este proceso.
Venezuela nacionalizó su industria petrolera en 1975-1976, creando Petróleos de Venezuela S.A. (PdVSA), la empresa estatal de petróleo y gas natural del país. Además de ser el mayor empleador de Venezuela, PdVSA representa aproximadamente un tercio del PIB del país, el 50% de los ingresos del gobierno y el 80% de los ingresos por exportaciones de Venezuela.
La política cambió en los años 90, cuando Venezuela introdujo una nueva política petrolera conocida como Apertura Petrolera, que abrió su sector petrolero upstream a las inversiones privadas. Esto facilitó la creación de 32 acuerdos de servicios de explotación con 22 empresas petroleras extranjeras distintas, entre las que se encontraban grandes petroleras internacionales como Chevron, BP, Total y Repsol-YPF. El papel de PdVSA en la elaboración de la política petrolera nacional aumentó significativamente[3]. En 1999, Venezuela aprobó la Ley de Hidrocarburos de Gas, que abrió todos los aspectos del sector a la inversión privada[4].
Energías renovables en Venezuela
Venezuela se tambalea por una multitud de problemas. Amplios sectores de la población han huido a los países vecinos mientras la crisis humanitaria se desborda. La industria petrolera venezolana -el frágil eje de la economía- no ha escapado al marasmo. PdVSA, la empresa petrolera estatal, está paralizada por una mala gestión operativa crónica y por el nacionalismo de los recursos.
Sin embargo, la presión política está aumentando para el líder del país, Nicolás Maduro, salpicado por la corrupción. La buena voluntad ruso-cubana y un ejército pseudo-leal le proporcionan sólo una caña delgada en la que apoyarse. Además, Juan Guiadó -el presidente interino reconocido constitucionalmente- ha galvanizado el apoyo popular para un reinicio democrático en Venezuela.
Un nuevo liderazgo presenta un camino tentador para la inversión extranjera en la industria petrolera venezolana. Si la gobernanza del país puede ser arrancada del asfixiante dominio de Maduro, las astutas compañías petroleras internacionales («IOCs») podrían ser ricamente recompensadas.
En segundo lugar, a pesar de sus formidables reservas, la producción de petróleo de Venezuela se desplomó a un mínimo de treinta años de alrededor de 1,4 millones de barriles por día en 2018.ii Debido a los precios relativamente bajos del petróleo a nivel mundial y a la extrema dependencia del petroestado de los ingresos por exportación de petróleo, la economía está en ruinas. En consecuencia, el gobierno venezolano puede verse obligado a garantizar la inversión extranjera aceptando tasas de regalías más bajas y ofreciendo a las CPI un régimen fiscal más estable.